UNA COMBINACIÓN FATAL

CELULARES CON CÁMARA

REDES SOCIALES

 

 

Hubo un tiempo, amable lector, en que las personas concurrían a los establecimientos gastronómicos, para comer. Pasar un buen rato con su pareja, su familia o sus amigos, mientras degustaban los diferentes platos que les ofrecía el menú, bebían un buen vino y charlaban amistosamente. No tenían pretensiones exageradas. Simplemente que los vinos estuviesen a la temperatura correspondiente. Que los platos fríos estuvieran fríos y que los platos calientes estuvieran calientes. Que el tiempo de espera estuviera en relación con la complejidad del plato solicitado y que la atención de los mozos fuera amable, atenta a sus llamados, pero no exageradamente empalagosa.

 

 

Esos tiempos se han ido para siempre por la irrupción de dos fenómenos simultáneos y coincidentes, que ocurrieron  a finales del siglo pasado y comienzos de este siglo: la aparición de los celulares con cámara fotográfica incorporada y el surgimiento de las redes sociales. Y con ello, la actividad gastronómica se transformó de manera radical en menos de cinco años.

 

 

Surgieron nociones como “propina digital”, gurúes de la comunicación en redes, y los antiguos comensales se fueron transformando en fotógrafos de lo que comían, de con quienes comían, de dónde comían, y de sus propios auto retratos (popularmente conocidos como selfies) comiendo. Todo eso antes de probar un bocado. Para no desarmar el plato, transformado ahora en escenografía de la foto.

 

TODO FRÍO Y MANOSEADO

 

JOSEPH NICÉPHORE NIÉPCE HA PASADO A LA HISTORIA POR SER EL HOMBRE QUE CONSIGUIÓ LA PRIMERA FOTOGRAFÍA, LOGRANDO IMÁGENES MEDIANTE EL MÉTODO QUE DENOMINÓ HELIOGRAFÍA

 

Hace 178 años se tomaba la primera fotografía. Desde ese momento hasta 1901,  en que salió a la venta la primera cámara fotográfica comercial, la Kodak Brownie, se tomaron 2.000.000 de fotografías. Durante todo el siglo XX se tomaron 85 billones de fotos de papel, con una salvedad, hasta 1960 el 55% de esas fotos eran de bebés. A partir de la invención fotografía digital se han tomado 3.75 trillones de fotografías. Y en la actualidad cada día se agregan a la red 500.000.000 de fotos. Cada segundo los usuarios de snacht suben 9000 nuevas fotos, los de whatsapp 8000, los de facebook 4500, los de instagram 25.000 y los de tumblr 50.000, además de los de otros medios menos numerosos.

 

 

Esta instantaneidad hace que los propietarios de los restaurantes sean conscientes de que una mala presentación de sus platos puede hacerle más daño que la peor de las críticas en un diario, ya que potencialmente la fotografía y el comentario de un cliente, es subida a servidores como tripadvisor o the fork, que las reproducen en todo el mundo y en todos los idiomas en el mismo momento que se produce.

 

 

La consecuencia es obvia: los cocineros empiezan a prestar mucha más atención al emplatado que a los sabores. Y dedican mucho más tiempo buscando “alturas”, “texturas”, “paletas de colores” para sorprender e impresionar a los comensales más ávidos de fotografiar que de comer.

 

 

Cuando usted ve en un plato una cantidad de elementos que se superponen en altura, sumados a otros que se incorporan como complementos, para lograr una armonía plástica, lo que debería ver es cuán manoseado ha sido ese plato para construir ese artificio.

 

 

Por otra parte el excesivo tiempo de emplatado, conspira contra la temperatura de los platos calientes. Y si a eso le sumamos el tiempo que el comensal dispensa a fotografiar y fotografiarse la conclusión es obvia: hoy se comen platos fríos y manoseados.

 

 

Nos guste o no, fotografiar la comida forma parte de la experiencia de comer, las redes sociales están saturadas de hashtags y fotografías de comida y bebida de todo tipo, ahora es normal ver a los comensales en cualquier restaurante tomando fotos de lo que van a comer para compartirlas en las redes sociales, de hecho, incluso se han realizado pruebas en programas como Top Chef (no el español), cuya finalidad era crear un menú sugerente para ser fotografiado y compartido en Instagram, aquí no se juzgaba el sabor, la innovación u otros parámetros, la prueba la ganaba quien más “me gusta” recibía.

 

 

EL FOODPORN VINO PARA QUEDARSE

 

 

Hace unos ocho años se acuñó un nombre para designar la tendencia de fotografiar la comida. El efecto que se ha generado por compartir estos platos en las redes sociales, se denomina desde entonces “foodporn”, una nueva denominación para la comida, aquella que se muestra de una forma provocadora, sensual, altamente motivante y generadora de saliva, porque tan sólo ver un pedazo de torta de chocolate, cortado delicadamente con un tenedor, mostrando el relleno perfecto producirá que se haga agua en tu boca. Sólo en Instagram se puede disfrutar de un tag de foodporn en el que diversos ingredientes se deslizan entre sí, con alguna exquisita salsa que los baña. Podría confundirse con aquellas comidas afrodisíacas, pero éste es un concepto más amplio donde incluso una limonada bien decorada, puede confundirse entre los alimentos y ser parte de una bebida XXX.

 

LA CONSAGRACIÓN DEL SIMULACRO

 

 

¿Qué hay detrás de esta necesidad casi compulsiva de mostrar lo que se come?  De exhibir la comida casi obscenamente. De mostrar y mostrarse. No es algo sencillo de responder y mucho menos cuando es un fenómeno tan masivo que atraviesa culturas diversas, clases sociales, idiomas y edades. Pero tiene un aspecto común: la consagración del simulacro.

 

 

No importa tanto ser feliz, sino parecerlo. No importa tener verdaderos amigos sino mostrarse con “amigos”. No importa comer sino mostrar “lo que puedo comer”. No importa si está rico, importa que parezca delicioso. Ha dejado de ser una experiencia personal para ser una experiencia para “los demás”. Para los que miran.

 

 

El fenómeno llega a tal punto que algunos teóricos de la fisiología del gusto, sostienen que la experiencia de fotografiar primero la comida se ha transformado en un ritual que predispone a sentir los sabores por la vista en forma previa, en lugar de experimentarlos por los sentidos correspondientes: el gusto y el olfato. Éstos, aparecen relegados por la experiencia pre existente creada en la imaginación del comensal al darle “send” a su fotografía antes de comenzar a comer. Así una buena foto hará que se sienta gratificado aunque el plato esté soso o frío y una mala fotografía hará que no disfrute un plato sabroso.

 

 

Y como correlato en las cocinas se prestará mucha más atención a la presentación del plato que a su preparación. Afortunadamente todavía quedan muchos chefs que privilegian los sabores y clientes a los que no les da lo mismo que sus agnollotis estén fríos. Y que por más “fashion” que sea el plato que le presenten, sino está a la altura de lo que debe ser, no tendrán empacho en pagar la cuenta y no volver más. Porque por más que le demos vuelta, en la cocina no hay otro secreto que las cosas sean lo que son y no lo que aparentan ser.

 

 

En definitiva, la tecnología está haciendo un gran obstáculo para el buen servicio gastronómico. Mi recomendación es dejar como los codos, los celulares fuera de la mesa y también aprender a tomar fotos de comida, mejores y más rápidas. Lo que es seguro, es que los restaurantes no podrán deshacerse del foodporn. Llegó para quedarse depende de nosotros hasta donde llegue.

 

 

Emilio R. Moya

 

Fuente:(para los datos)  The New York Times
Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

1 Comentario
  1. Lamentablemente llegará tan lejos el foodporn, cómo the lifeporn, hoy la mayoría de las personas viven p/ mostrarle al mundo su ideal vida, porque sino la ven los otros, no la disfrutan, ya la intimidad no importa, a la gente le produce vacío, lo que importa es la exterioridad, inclusive en lo físico, hay que poner belleza facial en las fotos, hay que chequear que salga el mejor perfil, que no se note esto o aquello que sabemos que tenemos, pero sino lo mostramos «no lo tenemos» y así se ha creado una nueva exclavitud, la popularidad en las redes. Me gustó mucho la nota, xq trasciende el análisis gastronómico, cómo ud acostumbra hacerlo

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Un suplemento del Diario La Capital

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