LOS COCINEROS DE LA REINA
Buenos días estimados lectores. Si quedaron impresionados por el brillo de la ceremonia de los funerales de la Reina Isabel II, esta nota es para ustedes. Porque a lo largo de setenta años de reinado, la reina ha tenido un solo funeral, pero cientos de banquetes, almuerzos, cenas, desayunos y comidas al aire libre.
Entre el equipo que tienen príncipes, princesas, reyes y reinas, hay siempre un chef personal con un sueldo respetable, si se tiene en cuenta el aviso publicado en 2013, en el que el palacio de Buckingham solicitaba uno al que estaban dispuestos a pagar unas 27.800 libras mensuales + casa y comida.
A lo largo de los siglos, almuerzos y cenas de Estado se cuidan con esmero y detalle. Y si hay un lugar donde el celo por que todo salga a la perfección, es milimétrico, ese es Buckingham Palace, la residencia oficial de los reyes de Inglaterra.
Los preparativos de las cenas de Estado suelen iniciarse un año antes o incluso con más antelación, aunque la disposición final de la mesa a la que se sentarán reyes, mandatarios y diplomáticos empieza entre tres y cinco días antes de la llegada de los invitados de turno.
La distribución de sillas, platos, cubiertos y copas de la vajilla sigue un escrupuloso y concienzudo protocolo, midiendo perfectamente la distancia entre los distintos servicios. Nada queda a la improvisación y, una vez montada la mesa, se aportan con exquisito cuidado los objetos decorativos: candelabros, jarrones, flores, y se añaden los toques finales.
Todo está dispuesto para los 150 comensales, que suelen acudir al banquete, donde los platos se preparan casi al momento de ser servidos. El responsable de esos fogones reales, que funcionan a pleno rendimiento en las grandes ocasiones, era Mark Flanagan, vicepresidente de Le Club des Chefs des Chefs, una especie de ONU de los cocineros de jefes de Estado y monarcas, que reúne a una veintena de profesionales.
Su cargo correcto es el de Royal Chef and Assistant to the Master of the Household at The Royal Household, dos veces a la semana se reunía con la monarca para programar los menús de los próximos días de la Familia Real.
EL ÚLTIMO COCINERO DE LA REINA
Flanagan, habitual de los medios británicos, aunque discreto en todas sus declaraciones, ha manifestado en alguna entrevista que la reina de Inglaterra no siente pasión culinaria, “come para sobrevivir y le gusta la comida simple y sin florituras”.
Pescado blanco o pollo asado con verduras, venado o salmón con ensalada, además de la fruta procedente de sus invernaderos o las nueces de Macadamia, conforman los platos preferidos y habituales de Su Graciosa Majestad. Eso sí, siempre exentos de ajo, cebolla y paprika.
Para el cocinero inglés, con una sólida carrera previa por países como Australia o Países Bajos, las preferencias de la Reina Isabel II eran verdaderos secretos de estado.
Si dijéramos cuál era su favorito, dondequiera que fuera, la gente intentaría darle eso. Después de enfrentarte cincuenta veces al mismo plato en una visita oficial, algo que te gusta deja de ser tu plato favorito, ha explicado cada vez que un periodista le preguntaba por la receta predilecta de la Reina.
Sí se atrevió a comentar en los medios aquellos alimentos o sabores que desagradaban profundamente a Su Majestad: el ajo, la cebolla, y los sabores fuertes y picantes en general. Flanagan trabajaba como jefe de cocina del exclusivo Club de Golf de Wentworth, cercano al castillo de Windsor, hasta que fue reclutado por la Casa Real británica.
Tomaba el testigo de un chef como Darren McGrady, convertido en un mediático cocinero que sí ha ventilado y compartido los platos que preparaba a Isabel II.
DURMIENDO CON EL ENEMIGO
McGrady ostentó durante una década el puesto de chef para la monarquía británica, un cargo que sigue explotando, 20 años después de abandonar los fogones de palacio. El nombre de su web personal, The Royal Chef, ya lo dice todo, y en ella se publicita para eventos. McGrady ha hablado mucho durante estos años sobre cuáles eran algunos de los hábitos alimenticios de Isabel II y otros miembros de su familia.
El cocinero, al servicio de Su Majestad desde 1982 hasta 1993, ha explicado en los medios ingleses que en las grandes cocinas de un palacio no hay lugar para egos.
Entre otras tareas, sus cocineros podían preparar platos para una gran recepción o las terrinas para los amados perros Corgi que han acompañado a la Reina Isabel II hasta los últimos días de su vida. McGrady acabó siendo su cocinero personal, con el enorme reto de alimentar a una reina nada gourmet y que en los últimos años comía para sobrevivir.
La Reina Isabel II en un vídeo humorístico en el que revelaba el eterno secreto sobre qué llevaba en su bolso: un sandwich. Su favorito era el Jam Penny de manteca y mermelada de frutilla
El ex-cocinero real expresó en algunas entrevistas los pequeños placeres de la reina. Desde el célebre Jam penny sándwich de manteca y mermelada de frutilla, un bocado que no faltó en su dieta desde la infancia, hasta su adicción al chocolate negro.
“Pronto supe que la reina era adicta al chocolate. Le encantaba el chocolate negro. Todo lo que poníamos en el menú con chocolate negro era una apuesta segura”, ha comentado en una entrevista publicada en la revista inglesa Newsweek solo un día después de su muerte.
Quizá lo más simple eran los desayunos, y visto su ritual cualquiera puede desayunar como una reina: Isabel II tomaba un bol de cereales Kellogg’s que se servía ella misma en un cuenco de plástico amarillo y un té negro.
La misma informalidad es la que reinaba durante sus estancias en la residencia de Balmoral, un lugar al que la monarca y Felipe de Edimburgo se retiraban a descansar, y donde, según relata el cocinero, se podía ver al duque al frente de la parrilla o a la reina británica recogiendo frutillas junto a su hermana Margarita y llevándose la comida en un tupper para comer al aire libre.
A Isabel II le gustaba comer verduras o frutas cultivadas en la finca, aunque su plato favorito siempre fue cualquier cosa que llevara chocolate “cuanto más negro, mejor” y no comía nada que tuviera ajo “odiaba su olor y su sabor”.
Tiempo atrás había revelado, que Isabel II se tomaba cuatro bebidas alcohólicas al día. La primera, poco antes de la comida, una ginebra con Dubonnet, rodaja de limón y mucho hielo. Un dry Martini acompañaba sus comidas, que terminaban con una barra de chocolate y una copa de vino. Y para concluir el día: una copa de champán antes de irse a la cama.
McGrady ha comentado cómo la reina disfrutaba en las comidas familiares y oficiales, ante los invitados, presumiendo de los alimentos que se cultivaban, recolectaban o cazaban en sus tierras.
Le encantaba el venado de Balmoral y la perdiz y el faisán de Sandringham, la casa de campo donde pasaba las vacaciones de Navidad y donde nació y murió su padre el rey Jorge VI.
Un cocinero jamás debe contar las intimidades de sus comensales. Se considera una violación a la ética profesional, y no es algo común en la profesión. Mucho menos en el alto nivel profesional.
Recuerdo también que le gustaba que sirviéramos lomo de ternera con salsa de crema de champiñones al whisky, cuenta en la citada entrevista. La Reina Isabel II volvía locos a los chefs, ha dicho el cocinero sobre los peculiares gustos de Isabel II. Por ejemplo, le gustaba la carne muy hecha. La solía acompañar con pudín de Yorkshire, unos pequeños pasteles de masa, sustitutos del pan, y que se sirven con los asados de carne.
También le gustaban las guarniciones sencillas como las chirivías asadas o el puré de papas. Cada día recibía un documento con los menús del desayuno, el almuerzo, el té de la tarde y la cena. Si había algo que no le gustaba simplemente lo tachaba con una línea y no se servía.
También ha revelado detalles sobre la vida en las cocinas de palacio. Por ejemplo, que el primer trabajo de un pinche en ellas, era pelar y tornear con perfección milimétrica –todas debían ser iguales– zanahorias para los caballos de la Reina.
McGrady tuvo que hacerlo porque, a diferencia de Flanagan, no fue reclutado. Fue él quien escribió una carta dirigida a la reina, en 1981, para solicitar formalmente formar parte de su equipo de cocina. Para su sorpresa, su carta fue respondida de forma afirmativa.
Fue también el cocinero personal de Diana de Gales hasta su muerte en 1997. El cocinero sigue en activo en EE.UU. donde dirige un catering para eventos llamado Eating Royally.
Emilio R. Moya
Fuentes: citadas y enlazadas en la nota