COMER COMO REYES
Uno de los privilegios que implica ser miembro de la realeza es no tener que preocuparse por si la heladera está llena o vacía o de cocinar cuando el hambre aprieta. Entre el equipo que tienen príncipes, princesas, reyes y reinas, hay siempre un chef personal con un sueldo nada despreciable, si se tiene en cuenta el aviso publicado hace tres días en el que palacio de Buckingham solicita un chef al que están dispuestos a pagar unas 27.800 libras mensuales + casa y comida.
Sentarse a una buena mesa, con todos los detalles cuidados y en buena compañía casi siempre invita al diálogo y a una agradable conversación. Cuenta la historia que Napoleón Bonaparte tenía en su gobierno un ministro que le insistía una y otra vez sobre los poderes de la comida y los buenos manjares. A menudo solía repetirle al emperador una frase: «Si me dais un buen cocinero, os conseguiré buenos tratados».
Auténtica o no la historia de Napoleón y su ministro, lo cierto es que a lo largo de los siglos, almuerzos y cenas de Estado se cuidan con esmero y detalle. Y si hay un lugar donde el celo por que todo salga a la perfección es milimétrico ese es Buckingham Palace, residencia oficial de la reina de Inglaterra, Isabel II. Los preparativos de las cenas de Estado suelen iniciarse un año antes o incluso con más antelación, aunque la disposición final de la mesa a la que se sentarán reyes, mandatarios y diplomáticos empieza entre tres y cinco días antes de la llegada de los invitados de turno.
La distribución de sillas, platos, cubiertos y copas de la vajilla sigue un escrupuloso y concienzudo protocolo, midiendo perfectamente la distancia entre los distintos servicios. Nada queda a la improvisación y, una vez montada la mesa, se aportan con exquisito cuidado los objetos decorativos (candelabros, jarrones, flores…) y se añaden los toques finales. Todo está dispuesto para los alrededor de 150 comensales de media que suelen acudir al banquete, donde los platos se preparan casi al momento de ser servidos.
El responsable de esos fogones reales, que funcionan a pleno rendimiento en las grandes ocasiones, es Mark Flanagan, vicepresidente de Le Club des Chefs des Chefs, una especie de ONU de los cocineros de jefes de Estado y monarcas, que reúne a una veintena de profesionales. Su cargo correcto es el de Royal Chef and Assistant to the Master of the Household at The Royal Household, dos veces a la semana se reúne con la monarca para programar los menús de los próximos días de la Familia Real.
Darren McGrady ostentó durante una década el puesto de chef real para la monarquía británica, un cargo que sigue explotando 20 años después de abandonar los fogones de palacio. El nombre de su web personal, The Royal Chef, ya lo dice todo, y en ella se publicita para eventos. Una vez más, McGrady ha hablado mucho durante estos veinte años sobre cuáles son algunos de los hábitos alimenticios de Isabel II y otros miembros de su familia.
Quizá lo más simple eran los desayunos, y visto su ritual cualquiera puede desayunar como una reina: Isabel II tomaba un bol de cereales Kellogg’s que se servía ella misma en un cuenco de plástico amarillo y un té negro. La misma informalidad es la que reinaba durante sus estancias en la residencia de Balmoral, un lugar al que la monarca y Felipe de Edimburgo se retiran a descansar, y donde, según relata el cocinero, se podía ver al duque al frente de la parrilla o a la reina británica cogiendo fresas junto a su hermana Margarita y llevándose la comida en un tupper para comer al aire libre. A Isabel II le gustaba comer cualquier cosa que fuera cultivada en la finca, aunque su plato favorito siempre fue cualquier cosa que llevara chocolate (“cuanto más negro, mejor”) y no comía nada que tuviera ajo (“odiaba su olor y su sabor”).
Darren McGrady entró en las cocinas de Buckingham en 1982 y cocinó durante 11 años para la reina Isabel y su marido. Y desde 1993, y durante cuatro años, fue el chef personal de Diana de Gales y sus dos hijos. La desaparecida Lady Di obligó al cocinero a rehacer todos los menús para incluir platos más saludables una vez que la bulimia de la princesa dejó de ser un secreto. “Le gustaban los platos como los pimientos y berenjenas rellenos y le encantaba el pescado”, también explica que solía ser habitual que cocinara el mismo plato con menos grasas para ella sin que nadie sentado a la mesa supiera que Diana de Gales estaba consumiendo una versión ligera de la receta.
El pasado agosto, por ejemplo, desveló que Isabel II se tomaba cuatro bebidas alcohólicas al día. La primera, poco antes de la comida, una ginebra con Dubonnet, rodaja de limón y mucho hielo. Un dry Martini suele acompañar sus comidas, que termina con una onza de chocolate y una copa de vino. Y para acabar el día: una copa de champán antes de irse a la cama. Un menú digno de la reina que más tiempo ha ostentado una corona.
McGrady abandonó las cocinas reales tras la muerte de Diana de Gales en 1997. Ya son 20 años alejado de la monarquía británica, época en el que también cocinó para cinco presidentes estadounidenses. Hoy reparte su tiempo entre los fogones, pero él sigue explotando el filón con sus apariciones en televisión (desde el programa de Oprah a la CNN) tirando de anécdotas reales y escribiendo, sus libros se titulan Eating Royalty: Recipe and Remembrances from Palace Kitchen y, el segundo, The Royal Chef at Home.
¿Qué eligieron los miembros de la familia real para sus bodas?
Pues sí, amables lectores, aunque ustedes no lo crean la foto oficial no deja lugar a dudas: el Príncipe de Gales y heredero de la corona eligió unas exquisitas empanadas para su menú real… Es que finalmente por más nobles que sean tendrán que comer su comida igual que nosotros, los mortales de a pie, sencilla y naturalmente, con la boca.
Emilio R. Moya
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