MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
Buen domingo, estimados lectores.
Hace unos días con bombos y platillos, se anunció una inauguración.
Se trataba del desembarco en Rosario, de una pizzería neoyorquina.
En un local del patio de comidas, de un renombrado Shopping Center.
Un “no-lugar”, idéntico a cientos de ellos, repartidos por el mundo globalizado.
Con ingresos y accesos monumentales, locales de marcas internacionales, y mucha, mucha gente.
Una cadena de salas de cine, y un infaltable patio de comidas.
Confieso, que de no haber sido por ustedes, queridos lectores, no hubiese ido.
Comer en el patio de comidas de un shopping, es la peor experiencia gastronómica.
Se trate de Rosario, Buenos Aires, Sao Paulo o Kuala Lumpur.
A pesar de ello, y con buena compañía, me dirigí a conocer la franquicia.
DE NUEVA YORK, SOLO EL NOMBRE
Si hay una ciudad, para comer pizza, esa es New York.
En Manhattan, la “Pequeña Italia”, tiene grandes pizzerías.
También en Brooklyn, al otro lado del puente.
En Queen, en «El Barrio», y hasta en suburbios urbanos como Hoboken.
COMER PIZZA EN NUEVA YORK
Además, existen varias cadenas de franquicias.
La que llegó a Rosario, no es la mejor de New York, pero ofrece una pizza decente.
Pizza fresca, caliente, y bien cubierta de productos.
No es pizza artesanal, pero es comestible y económica.
Jamás sería una primera opción, pero a veces la cercanía, o el hambre, te pueden llevar.
Con sinceridad, y sin chauvinismos, no compite con las buenas pizzerías argentinas.
Conservan solamente, un mínimo de dignidad.
Cosa que no ocurre, con la franquicia local.
LOS PATIOS DE COMIDAS
Pensados y diseñador por arquitectos, no por gastronómicos.
Sin otros requisitos, que los del programa, son restaurantes contra natura.
Productos industriales ultra procesados, generalmente congelados.
Grandes espacios para comer, y diminutos para cocinar.
Cero servicio de mesas, y tecnología gastronómica, para recalentar.
Las cocinas, meras escenografías, son líneas de montaje.
Los dueños de los locales de comida, son invisibles.
Los cocineros, salvo honrosas excepciones, no son cocineros.
El resultado es obvio: comida mala, cobrada como si fuera excelente.
VOLVAMOS A LA PIZZA
Jamás emito juicios de valor, acerca de lo que pruebo.
Y no voy a hacerlo hoy.
Si algo está rico o no, depende de la subjetividad del comensal.
De sus historias gastronómicas, de su tradición familiar, y de sus gustos.
Pero existen criterios objetivos, que puedo utilizar.
Las pizzas que sirven, no se amasan al momento.
Tampoco se cocinan en el acto. Se recalientan.
Y eso hace que lleguen secas, y a veces frías.
Los productos utilizados son de pésima calidad.
Y además, no tienen nada que ver, con los locales originales.
Solo comparten con Nueva York, el nombre y la marquesina.
NO ES NINGUNA EXCEPCIÓN
Tampoco es la primera vez, que experimento este fenómeno.
Ni ocurre solamente, con franquicias internacionales.
Entonces me pregunto, y hago extensiva la pregunta a las autoridades: ¿Quién controla las franquicias?
Porque tal como funcionan en los shopping vernáculos, son una consagración de la estafa,
La legalización y autorización, para vender gato por liebre.
Sin la menor defensa para los consumidores.
No existe dueño, a quien reclamar.
No hay mozos, para pedir explicaciones,
Ni mucho menos, la presencia de un Director Gastronómico del Patio de Comidas.
La mayoría de sus visitantes, son familias humildes.
Que hacen de esa experiencia, su salida semanal, quincenal o mensual.
Para terminar comiendo muy mal, y pagando muy caro.
UN SINSENTIDO ABSOLUTO
En Rosario, y en toda Argentina, hay pizzerías excelentes. Con décadas de tradición.
Hacen pizzas de molde, a la piedra, y hasta napolitanas.
Usan productos de excelencia.
Amasan y hornean a la vista de los clientes.
Tienen en sus cocinas, maestros pizzeros.
PIZZAS ROSARINAS VISTA POR VISITANTES
PIZZAS PORTEÑAS DE LA MANO DE LELE
ASÍ NOS “VENDEN” AUDREY Y SAMUEL
¿Hay necesidad de promocionar la llegada de una mala copia, de una pizzería de cadena americana?
Les dejo a ustedes, queridos lectores, la respuesta.
Yo por mi parte, no vuelvo ni que me inviten, y me pasen a buscar con una limousine.
Comer esa pizza gratis, sería carísimo para mi estómago.
Hasta el domingo.
Emilio R. Moya