¿LOS ARGENTINOS SOMOS BOLUDOS?

 

BOLUDOS, Y A MUCHA HONRA

 

 

Buen domingo estimados lectores. Ya sé que hoy no es domingo, pero soy un boludo. Así que sepan comprenderme.

En un mundo donde los “vivos”, los “astutos” y los “corruptos”, son tratados como señores, ser boludo no es una tarea sencilla.

 

 

Ciertamente, es un trabajo insalubre, penoso, riesgoso y mortificante. Mucho más cuando se trata, de gastronomía.

Territorio fértil para aventureros, farsantes e inescrupulosos. Aquellos que creen que por ser vivos, pueden abrir un restaurante, con el único objeto de ganar dinero a costo de los boludos.

O para periodistas astutos. Que cansados  de escribir sobre asuntos locales, policiales o deportivos, encuentran un lugar propicio para atiborrarse de canjes, cenas gratis, vinos y viajes, a costa de los boludos.

 

 

Confieso que no me costó nada ser boludo, porque nací en una familia de boludos. Y me dieron todas las libertades, para poder elegir ser un boludo.

Todos mis mayores, trabajaron, estudiaron y pagaron sus impuestos, como buenos boludos.

 

 

Por eso cuando leí en mi adolescencia, este poema de Isidoro Blanstein, no pude más, que quedar fascinado.

Para que ustedes, queridos lectores, sepan de que estoy hablando, les propongo que vean a un boludo y una boluda, diciéndolo por mí. Porque la boludez, no conoce de géneros.

 

GIAN FRANCO PAGLIARO “LA BALADA DEL BOLUDO” DE ISIDORO BLASTEIN. PROGRAMA “IMAGEN DE RADIO” DE JUAN ALBERTO BADÍA

 

MERCEDES LLORET, ACTRIZ, DIRECTORA, DRAMATURGA Y DOCENTE.

 

RESTAURANTES PARA BOLUDOS

 

 

Una cosa es ser boludo, algo que considero una elección libre,  y otra muy diferente, que te tomen por boludo.

En Argentina, estamos acostumbrándonos a que nos tomen por boludos, seamos o no boludos.

 

 

Allá por los años ochenta, cuando Paul Bocuse en Lyon, cocinaba como los Dioses, y sentaba las bases de la Nouvelle Cusine, algunos vivos por estas tierras, se subieron a la ola.

Como buen boludo, fui uno de los que pagó una fortuna, por comer en platos gigantes, porciones diminutas, en restaurantes porteños.

 

 

Que además, rebosaban de boludos alegres, y de periodistas vivos, que ensalzaban la excelencia de aquellos restaurantes.

 

ESCUELAS PARA BOLUDOS

 

 

El boom de la gastronomía, hizo que en los años 90’, las escuelas de cocina, surgieran como hongos.

Y un ejército de boludos, fue seducido por boludos como yo, y otros no tan boludos y bastante pícaros, para iniciar sus carreras como cocineros.

Ninguno de los boludos, se cuestionó, que después de dos o tres años, un diploma de chef, no era más que un diploma.

El cargo de chef, jefe en francés, se obtiene en una cocina, trabajando muchos años, en distintas brigadas, y ascendiendo por méritos propios.

Ninguna escuela, por buena que sea, puede formar un chef. Hay que ser muy boludo para no darse cuenta.

 

 

Es lo mismo que si a un recién salido de una escuela militar, en lugar de entregarle un diploma como subteniente de reserva, le entregaran uno de “Teniente General”.

Así, hoy hay miles de chefs, pero es casi imposible encontrar un buen cocinero. Porque los buenos cocineros y cocineras, intentan no ser tan boludos, y siguen aprendiendo por su cuenta, muchas veces en el exterior.

 

ACLAREMOS UN POCO

 

 

A esta altura del relato, es preciso hacer algunas consideraciones. Hay muchas clases de boludos, en esta bendita tierra.

Boludos por convicción, como quien escribe, ya que entre ser vivo y chanta, o boludo, eligen ser boludos.

También hay boludos, que ignoran que son boludos y se creen vivos. Y hay boludos, boludos. Muy boludos. No solo en Argentina, en el mundo también hay boludos importantes.

 

Un importante boludo, junto a nuestro capitán

 

Con maestría Isidoro Blanstein, distingue otro tipo de boludos: los boludos alegres, los pobres boludos, los reverendos boludos, los boludos de siempre,  los siempre boludos y los boludos totales.

 

TODO TIENE SUS LÍMITES

 

 

Nunca antes, la hotelería y la gastronomía, tuvieron tantos vivos detrás del mostrador, y tantos boludos del otro lado.

Hoteles gigantescos de cinco, seis y siete estrellas, la mayor parte del tiempo vacíos, que sirven para lavar toneladas de dinero procedentes del narcotráfico y la corrupción.

Mientras los boludos de turno, y los periodistas a sueldo, se llenan la boca hablando del boom de la hotelería y el turismo.

Restaurantes y franquicias, de dueños desconocidos, que se abren de un día para otro, con inversiones imposibles de justificar, A los que no les importa si hacen diez o cien cubiertos.

 

 

Mientras los boludos de siempre, criados en la tradición más pura de la gastronomía, tienen que hacer malabares para pagar los sueldos, los impuestos y los servicios.

Y para colmo de males, como la boludez es tremendamente contagiosa, cada vez hay más boludos dispuestos a pagar gato por liebre.

 

NO NOS TOMEN POR BOLUDOS

 

 

Mientras nuestros representantes, que no son ningunos boludos, siguen preocupados por mantener sus privilegios, los boludos estamos cada vez más cansados.

Porque cada día que pasa, nos meten más la mano en el bolsillo. Con impuestos, con inflación –el impuesto al boludo por antonomasia-, con servicios cada vez más caros, con presión impositiva y con alquileres sin límites.

Porque piensan que los boludos, no entendemos nada. Pero sería bueno que empezaran a pensar que ser un boludo manso, no es más que un estado transitorio.

Algún día los boludos mansos, nos vamos a parar de manos, y los vivos, que creen que tienen la vaca atada, por ahí la pasan mal.

 

 

Porque aunque seamos, más boludos que las palomas, somos muchos. Y estamos cada vez más organizados.

 

 

 

 

 

Hasta el domingo

 

 

 

Emilio R. Moya

 

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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