Viaje al Valle de la Luna

Viaje al Valle de la Luna

Primero ocurrieron dos eclipses. El sol y la luna se movían para darnos un espectáculo. Después, los diarios recordaban una hazaña asombrosa. Cincuenta años atrás había llegado el primer hombre a la luna y el evento inolvidable se celebraba con crónicas y fotos icónicas. Todo este protagonismo de nuestro satélite me trajo el recuerdo de un viaje. Uno que fue casi un viaje al pasado, pero al pasado más remoto. Fue cuando visité el Ischigualasto. Viaje al  Valle de la Luna, en la provincia de San Juan. Lo organizamos rápido, de una semana para la otra, pero dejó huellas imborrables de otro de los paisajes increíbles que tiene Argentina
Cancha de bochas
El Submarino
En el Ischigualasto, cada viajero continúa de alguna manera con la exploración geológica que comenzara Domingo Faustino Sarmiento. En 1870 logra la sanción de una ley por medio de la cual se ofrecía un premio a quien descubriera una mina de carbón de piedra. El principal objetivo del entonces presidente de la Nación era promover los ferrocarriles. Ese sólo estímulo impulsó la investigación en esta zona de San Juan. Hoy nos damos cuenta de cuánto hay que agradecer a quienes tuvieron semejante iniciativa.
Talampaya
En el Valle de la Luna vamos naturalmente al encuentro de tesoros hechos de rocas y fósiles de dinosaurios que asombraron a los arqueólogos y científicos del mundo entero que se dieron cita en la región. Cada piedra tenía un secreto escondido en las entrañas. Algunas veces parecía revelarlo. Otras, no. El entorno es desértico, inhóspito, obviamente habitado por muy poca vegetación y animales.
El Doctor William Sill, paleontólogo, fue uno de los primeros en instalarse para explorar y promover este lugar único. La aventura fue su gran pasión y le llevó una buena parte de su vida. El Parque Provincial Ischigualasto, ubicado a 300 km de la ciudad de San Juan, fue creado en 1971 para proteger la investigación de este valle desértico y singular. Recién en el año 2000 se lo declaró patrimonio mundial de la humanidad.
Un día soleado de invierno hicimos la visita guiada en caravana, utilizando nuestro propio vehículo y deteniéndonos en cada una de las estaciones en las que se nos ubicaba en tiempo y espacio. En pequeños grupos, compartimos la experiencia mágica de trasladarnos a otras eras, millones de años en el pasado, al período Triásico, a la era Mesozoica, e imaginábamos la vida y el hábitat de fabulosas especies. Animales que sólo hemos visto recreados en películas, parecían aparecer detrás de rocas imponentes.
Caminando por los senderos con mucho cuidado, admiramos los colores y las formas de ese paisaje lunar. Los movimientos de la tierra fueron apretando esta zona del valle contra las sierras emplazadas en el Valle Fértil de San Juan dejando al descubierto tesoros arqueológicos inimaginables. Jugando a ser Indiana Jones, a cada paso nos vimos llenos de polvo, algo curtidos por el viento y el sol, pero colmados de alegría. Nos hablaron también del viento zonda, que por suerte no soplaba ese día, y que erosiona todas y cada una de esas piedras desde hace siglos. Supimos, a su vez, de la enorme amplitud térmica que también provoca el desgaste del territorio. El fenómeno hacía que, a la hora de la excursión, estuviésemos vestidos sólo con remeras aunque era pleno invierno, y que por la noche la temperatura bajara varios grados por debajo de 0°.
El panorama fue alucinante, del principio hasta el fin del recorrido. Vimos todos los tonos del gris impresos sobre el cielo azul. Todo estaba recubierto de un polvo blanquecino esparcido sobre cientos de colinas y formaciones de piedras y arcilla. En determinado punto del recorrido, el paisaje se fue tiñendo de rojo, por la influencia del vecino Cañón del Talampaya.
El guía nos señalaba restos fósiles que bien podrían ser susceptibles de una nueva investigación. Nos describía así el trabajo paciente que hacen los arqueólogos. Parece que nunca termina.
Recuerdo que, en un determinado punto panorámico, nos encontramos frente a un valle gris impresionante, el “Valle Pintado”, sólo limitado por suaves colinas donde se dibujaban estratos. Me detuve un buen rato, cámara en mano, para fotografiar cada detalle del paisaje. Pero las grandes protagonistas del espectáculo eran las geoformas, esas siluetas recortadas en el horizonte que desafían la imaginación. Inmóviles, allí estaban el “gusano” y la “esfinge”, curiosas formas que se asemejan mucho a estatuas milenarias. En otro sector está el “submarino” y más allá una increíble “cancha de bochas”. La permanente erosión de los factores de la naturaleza jugó a crear estos personajes, mudos testigos del paso de los milenios en nuestra tierra. Quien puede quedar indiferente ante semejante paisaje?
Torre
El Viaje al  Valle de la Luna, un lugar extraordinario, ideal para una escapada o en tren de mini-vacaciones.

Por «Elisa N Viajes»   

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Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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