UN KILO Y DOS PANCITOS

 

UN KILO Y DOS PANCITOS

 

 

Buen domingo estimados lectores. Esta semana en Buenos Aires, falleció Carlitos Balá. El artista que supo formar parte de la vida de varias generaciones de chicos, había cumplido el pasado 13 de agosto 97 años.

Sus frases son marcas registradas del humor nacional, y muchos argentinos, las usan en cualquier oportunidad. Algunas de ellas forman parte de nuestro lenguaje cotidiano: “Ea-ea-ea-pe-pé”; “Mamá ¿cuándo nos vamo’?”; “Más rápido que un bombero”; “Sumbudrule”;  “¿Qué gusto tiene la sal?” y “Está un kilo y dos pancitos”.

 

 

Ciertamente esta última, que he utilizado para titular el editorial, nos habla de una época muy diferente a la que nos toca vivir en esos días. Eran años en que todas las familias podían comprar un kilo de pan todos los días, porque el precio del pan estaba al alcance de todos.

 

 

Años en que los panaderos podían “regalar” dos pancitos de yapa, también a diario, porque sus costos se lo permitían. Los precios no aumentaban todos los días, ni todos los meses. No hacía falta dinero electrónico, ni deudas con los bancos ni tarjetas de crédito. Porque existían los almacenes.

 

 

Y detrás de la caja y del mostrador, tal como lo contaba Mafalda, estaba Don Manolo o Doña Rosa. Y ellos eran quienes se ocupaban de llevar prolijamente las cuentas, en la libreta del almacén.

 

 

Porque en aquella época, existía la institución solidaria del fiado. Y la gente pagaba religiosamente una vez al mes cuando cobraba el sueldo o la jubilación.

 

 

Otra gran diferencia era la vida de los jubilados. En aquellos años, jubilarse no era un castigo. Porque los jubilados podían vivir con dignidad, y hasta ayudar a sus hijos y consentir a sus nietos.

 

 

¿Qué fue lo que nos pasó? Otra frase de Balá, me da pie para explicarlo. Nos pasó la inflación y nos sigue pasando. Y eso pulverizó y sigue pulverizando nuestros salarios.

 

¿QUÉ GUSTO TIENE LA SAL?

 

Mural en el Estadio del Club Atlético Chacarita Juniors

 

Una de sus frases más recordadas era cuando decía: ¿Qué gusto tiene la sal? y todos los chicos contestaban gritando ¡Salaaaado!

Procedente del latín salarium, el término salario tiene sus raíces en la palabra sal. En la época del Imperio Romano, a los soldados y funcionarios públicos se les pagaba con sal, un producto muy valioso y apreciado.

 

 

Además de servir para sazonar y evitar la deshidratación, la sal se utilizaba para conservar alimentos, como antiséptico para las heridas y para detener hemorragias. Esos paquetes de sal recibidos, y que después eran utilizados como moneda de cambio, recibían el nombre de salarium, término que derivó en la palabra salario tal y como la entendemos hoy.

Desde 1881 hasta 1969, los salarios en Argentina se pagaron en pesos moneda nacional. Y los productos se vendieron en la misma moneda. Todavía conservo un billete de m$n 10 con el rostro del General San Martín, que me regaló mi abuelita cuando cumplí 9 años, y todavía creía que el ahorro era la base de la fortuna.

 

 

¿Saben cuántos ceros perdió esa moneda en relación a los actuales pesos? Trece ceros. Dos con el Peso Ley 18.188, cuatro con el Peso Argentino que lanzó la Dictadura Militar para reemplazarlo, tres en 1985 con el Austral y otros cuatro con la vuelta al Peso Moneda Nacional en 1991 con Menem y Cavallo al establecer 1$ = a 10.000 australes.

Conclusión: nuestra moneda no vale nada. Es un papel pintado. Y los salarios que eran los mejores de la región hace cincuenta años, son los peores. La inflación es un cáncer que devora todo. Las ilusiones, las esperanzas, los sueños, y las posibilidades de desarrollarnos. Y jubilarse es una condena a la invisibilidad y el abandono, porque la vejez se ha transformado en obsolescencia y las sociedades desprecian lo obsoleto.

 

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

 

 

Hoy un kilo de pan común cuesta $ 300 o un dólar si el lector lo prefiere. Un pan artesanal puede costar hasta $ 600 o dos dólares. Y un pan ultraprocesado de primera marca en un supermercado, lo que le quieran cobrar, especialmente si lleva “semillas o vitaminas y nutrientes”.

 

 

La mayoría de los jubilados van a cobrar en octubre, $ 50.000, cuando la canasta básica de un jubilado ya está bordeando más del doble de esa cifra. Para la mayor parte de la población en niveles de pobreza e indigencia, el pan se ha transformado en un artículo de lujo. Y al precio en que se encuentran las harinas y el gas de garrafa, la alternativa de hacerlo en los hogares, una utopía.

 

 

Para colmo de males la Niña y las sequías amenazan con agravar el cuadro, con menor cantidad de superficie destinada a la siembra y cosecha de trigo. Y la inflación se acelera mes a mes, sin ninguna posible solución a la vista.

 

UN GESTITO DE IDEA

 

 

Mientras tanto, las elites gobernantes, desde hace décadas y sin excepciones, se preocupan por cuestiones banales. Se trate de empresarios, sindicalistas, legisladores, funcionarios, oficialistas u opositores, están mucho más atentos a sus preocupaciones, que a las de sus representados.

 

 

Y esto lamentablemente provoca anomia, tristeza y desaliento en una sociedad, que no encuentra respuestas a sus problemas cotidianos. Y que reclama simplemente en palabras de Carlitos Balá, un gestito de idea.

 

 

Emilio R. Moya

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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