LOS CAMINOS SON PA’ D’IRSE
Buen domingo estimados lectores. Mientras escribo este editorial, está sonando una canción de José Larralde, que hoy cumple 85 años.
Nacido en Huanguelén, en el suroeste de la provincia de Buenos Aires, de ascendencia iraquí y vasca, desde muy pequeño comenzó a escribir versos de contenido crítico.
A lo largo de su vida, sus poemas y canciones, nos hablan de la existencia, los oficios, y personajes reales, que se cruzaron en su camino. Es el máximo referente de la milonga sureña y con su conducta y su trayectoria, un ejemplo de vida.
Además de dedicarse a la composición y al canto, realizó trabajos de albañil, mecánico, trabajador rural, tractorista y soldador, y prosiguió trabajando mientras realizaba, sus primeras grabaciones.
En esta semana, también se celebró el Día de los cocineros y cocineras. Un oficio, que aprendí desde muy chico, y que me permite aún hoy, seguir aprendiendo.
La canción de José Larralde que escucho mientras escribo, Un día me fui del Pago, hace que sus versos se cuelen entre las teclas e invadan el texto. Les propongo, queridos lectores, que lo escuchen antes de seguir leyendo. Porque van a volver a encontrar sus estrofas, intercaladas entre mis palabras, pero escritas en color azul.
Un día me fui del pago, la pucha que lo extrañé, salí buscando trabajo y aquí estoy míreme usted.
En esto días muchas cocineras y cocineros, se están yendo, como alguna vez me tocó irme también, buscando seguir creciendo en el oficio. Las circunstancias eran diferentes, pero la decisión de expatriarse, es la misma.
Cuando uno sale al camino es difícil de saber, si podrá pegar la vuelta o morirá sin poder.
Es muy difícil irse, y para hacerlo hay que dejar muchas cosas. Familia, amigos, una vida, todo lo que se conoce. ¿Por qué se están yendo? Porque no encuentran un horizonte donde desarrollarse en su oficio, que en el caso de la cocina, es también una pasión
UN CAMINO DE IDAS Y DE VUELTAS
Cuanto más leguas se hacen más quedan por recorrer, los caminos son pa’ d’irse, las penas son pa’ volver.
Una vez que uno se decide a partir, lo hace sabiendo que va a empezar una vida nueva, pero con la esperanza de volver algún día.
Sin embargo cuando se emprende el camino, nadie piensa en volver. En primer lugar, porque no es fácil llegar a un país extranjero, donde todo es diferente a lo conocido.
En segundo lugar, porque los desafíos que se van a encontrar, las oportunidades que se pueden presentar, y sobre todo los recuerdos de las vivencias que nos empujaron a tomar la decisión de dejar la Argentina, ocupan todo el horizonte.
Y por último, porque la necesidad de adaptación y las exigencias de la nueva realidad, no dejan lugar para extrañar.
Un día me fui del pago pero Dios ha de querer, que no se me manque el zurdo sin llegar a Huanguelén.
El tiempo es el que se encargará de hacerles saber, las dificultades de ser forastero en tierra extraña. El hecho de sentirse realmente solos o solas, al caer la noche. Sin aquellos amigos con los que se criaron, y con los que imaginaron un futuro diferente.
Conociendo cosas maravillosas, pero sin poder compartirlas con aquellas personas queridas, que quedaron atrás, en las lejanas pampas del sur.
NO ES FÁCIL RENACER
El hombre escarba en los otros buscando felicidad, y se olvida de sí mismo, que es donde debe escarbar.
Alguien dijo alguna vez, que partir es morir un poco, para permitir un nuevo renacer. Pero no es fácil nacer de nuevo, y mucho menos sin nadie que te espere al final del túnel.
Si la primera vez que se nace, se llora, la segunda vez, no es mejor. Porque en la primera, todos te estaban esperando, y aunque había que dejar atrás la calidez de las aguas tibias del vientre materno, para empezar a respirar aire, la experiencia fue compartida por la familia.
El renacimiento, producto de la nueva realidad, es una experiencia que se vive en soledad, aunque se comparta con la pareja. Y no solo no te están esperando, sino que en general, y hasta que te conozcan y sepan de tus posibilidades y tus conocimientos del oficio, no somos bienvenidos.
Y si lo somos, igual habrá que pagar el derecho de piso, que paga cualquier extranjero que llega a un país, que no es el suyo.
Las razones son razones si se puede razonar, a veces se anda pensando sin saber en qué pensar.
PENSAR LO QUE HACEMOS Y SABER LO QUE PENSAMOS
En otro país lo primero que hay que aprender, es que no se puede decir lo que se piensa, hay que pensar lo que se dice. Hay que saber escuchar, y hablar lo menos posible. Es la única forma de encajar, en una cultura diferente.
La nueva realidad obliga a pensar cada cosa que se hace, antes de hacerla, y a reflexionar acerca de lo que se piensa.
Huellones de tierra y tosca que de chico recorrí, arroyos, montes y vientos, ellos allá y yo aquí.
Y en esa tarea del pensar, es donde se van a jugar todas las cartas que uno tenga y las que reciba. Porque de eso se trata el crecimiento. Incorporar lo que se aprende, valorizar lo aprendido, y seguir adelante.
Porque en el fondo, para eso va un inmigrante a una nueva tierra. A explotar los recursos aprendidos. A adquirir nuevas habilidades, y sobre todo a probarse.
A responder a la pregunta, que todos nos formulamos alguna vez: ¿cuál es el sentido de la vida?
EL SENTIDO DE LA VIDA
Un día me fui del pago pero Dios ha de querer, que no se me manque el zurdo sin llegar a Huanguelén.
Todos dejamos atrás nuestro propio Huanguelén, alguna vez en la vida. Nuestro pago, nuestras comodidades, nuestros afectos.
Aprender a valorar esas cosas, es directamente proporcional a las distancias. Geográficas, económicas o profesionales.
Hoy, que estoy del otro lado de la barra, me da mucha tristeza que se tengan que ir tantos cocineros y tantas cocineras brillantes. Por qué no sé, si van a volver algún día. Porque se empiezan a sentir esas ausencias, en nuestros fogones.
Tengo muchísimos amigos, que hoy extrañan a sus hijos y a sus nietos, que están construyendo sus vidas en otros países.
Porque no se ve un horizonte de posibilidades que los espere aquí, para que puedan desarrollarse. Para que enseñen a otros, lo aprendido. Para que inauguren sus restaurantes y encuentren aquí, el sentido de sus vidas.
GRACIAS JOSÉ, POR EL CIERRE
Es hora de redondear el editorial, para que ustedes, nuestros queridos lectores, no empiecen el domingo con un mal sabor de boca.
Suerte que tengo a mano otra canción de Larralde, en la que refugiarme. Se llama Patagonia, y nos habla de las fronteras internas.
En Argentina hay muchas patagonias, como la de la canción con que voy a cerrar esta nota. También son difíciles para los recién llegados. Por el clima, por la altura o por las costumbres.
Sin embargo presentan una oportunidad para los cocineros y las cocineras, ya que el mundo entero quiere conocerlas. Están por todo el país. En Salta, en Corrientes, en Tucumán, en Misiones, en Cuyo, desde la Quiaca hasta Usuhaia. Son nuestras atracciones turísticas.
Y allí podrán hallar, los que se animen a enfrentar el desafío, otras fronteras a conquistar, para encontrar el sentido de sus vidas.
Hasta el domingo.
PATAGONIA
Emilio R. Moya