JUGANDO A NOSTRADAMUS

CÓMO SERÁ LA MESA NAVIDEÑA

 

 

Buenos días Amable Lector. Hace menos de cuarenta años nos enviábamos tarjetas postales en Navidad. Quienes vivíamos en otro país, acudíamos a una cabina telefónica para saludar a nuestras familias, que recibían nuestras llamadas en teléfonos fijos de baquelita negra y debíamos hacerlo a las cuatro o cinco de la mañana para que coincidiera con el brindis de medianoche.

 

 

Los regalos se enviaban por encomiendas un mes antes y las fotografías de papel llegaban un mes después por correo certificado. En unos pocos años, a partir del año 2000, una revolución en las comunicaciones hizo posible que ese mundo despareciera para siempre y que hoy nos comuniquemos a cualquier parte del mundo en tiempo real por video llamados. Que estemos en permanente contacto a través de las redes sociales y que a la hora de los brindis podamos hacerlo en forma virtual con hijos o nietos que se encuentren en las antípodas.

 

 

Este mismo fenómeno, aún imperceptible para la mayoría, se está dando en la tradicional mesa navideña, último reducto de las formas alimenticias del siglo XX. Y sin darnos cuenta ni ser plenamente conscientes, los cambios están irrumpiendo frente a nuestras narices con una fuerza incontenible. Las causas son múltiples y trataremos de analizarlas en esta nota, para que, a partir de ahora puedan tomar nota año tras año de los cambios.

 

LAS TRADICIONES CAMBIAN

 

 

Una tradición no es algo inmutable. Su propia significación derivada del vocablo latino tradere “lo que se entrega” hace referencia a lo que una generación le trasmite a otra de padres a hijos. Y al cambiar las generaciones, cambian los padres y vienen nuevos hijos. Hace unos setenta años, en nuestro país en Nochebuena llegaba el Niñito Dios, Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás o como cada país lo llame, enfundado en su traje rojo y blanco gentileza de Coca Cola, era un perfecto desconocido. Hoy, de la mano de los dibujitos y de las películas dobladas al idioma neutro, nuestros hijos y nietos esperan la llegada de “Santa” a secas. Y del Niñito Dios ni una mención salvo que tengas más de cincuenta años. O mandes a tus hijos a una escuela católica. Y en la mesa está pasando lo mismo.

 

LA NUEVA REALIDAD DE LAS FAMILIAS

 

 

La vieja cena navideña, atiborrada de platos, entradas, carnes, grasas, postres, tortas, helados, mesas dulces, frutas secas, turrones, mantecol, bebidas de todo tipo, y todo en exceso, hoy está sostenida solamente por una generación que los americanos denominan los baby-boomer y que tienen entre 57 y más años y son los nacidos después de Hiroshima. Pero esta generación presenta un problema: quieren pero no pueden.

 

Gran parte de la población mayor de 57 años está diagnosticada de alguna enfermedad que podría beneficiarse de una alimentación equilibrada: más del 60% tienen hipertensión, un 38% diabetes, un 50% hipercolesterolemia, entre el 20 y 30% ha sufrido algún epsodio cardiovascular, que aumenta hasta el 50% pasados los 75 años, y un 38% padece osteoporosis, cifra que asciende hasta el 70% en la población mayor de 80 años. Ahí, radica la importancia de la alimentación de los mayores, y más aún durante estas fiestas. A mayor número de enfermedades que presente la persona mayor, más cuidado debe tener estos días. Por lo que hijos y nietos se ven en la obligación de “convencerlos” de aligerar el menú.

 

 

En el medio de la familia están los padres de los millenials, haciendo equilibrio entre lo que quieren comer sus padres y lo que comen sus hijos y mediando para evitar la fragmentación de la mesa navideña, ya que las posiciones son, francamente, irreconciliables en términos gastronómicos.

 

 

Y luego están los millenials, los seguros ganadores de esta “contienda” y quienes establecerán los nuevos parámetros de la tradición navideña. Y a ellos les vamos a prestar especial atención, ya que nosotros somos como las tarjetas postales y en unos años, habremos desparecido de la faz de la tierra dejando en la memoria de nuestros descendientes aquello que deseen conservar e incorporar en su tradición nueva.

 

CÓMO CREO QUE SERÁ LA MESA NAVIDEÑA

 

 

Si bien es muy difícil hacer pronósticos, existen condiciones de posibilidad para realizar un análisis con bastantes probabilidades de éxito. Con los millennials llegará el fin del matriarcado navideño. Porque, o se reparten tareas, o aquí no cena nadie. No veremos más a las abuelas y a las madres atiborradas de tareas una semana antes, todo va a ser en equipo. No va a ser imprescindible ni el árbol, ni el pesebre. Las creencias se están ampliando en múltiples direcciones al igual que la tolerancia. En todo caso si los niños lo quieren estará y sino no.

 

 

Es la generación con más consciencia  por los alimentos que introduce en su cuerpo. A pesar de coincidir con el momento en el que más ultraprocesados encontramos en el supermercado, opta por alimentos saludables y con propiedades. Sin duda hablamos también de la generación foodie, en la que las redes sociales tienen un importante papel.

 

 

Alrededor de la alimentación se ha generado una comunidad amante del buen comer, atenta a las nuevas tendencias y siempre dispuesta a compartir su conocimiento (y platos) a través de las redes sociales. El cambio climático es una de las cosas que más preocupan a esta generación y encuentran en la forma de alimentarse una vía para combatirlo. Evitar el uso de plásticos o practicar el kilómetro cero son herramientas a su alcance para aportar su granito de arena en el día a día.

 

 

La alimentación de los millennial se tiñe de todos los colores y sabores. Especias de otras parte del mundo mezclados con ingredientes de aquí. La mezcla de culturas es más que evidente en la alimentación de esta generación. Es cierto que cada día hay un superalimento nuevo y los millennials no tienen reparo ninguno para incluirlo de inmediato en su dieta. Se acabaron las reticencias o dudas de la generación de sus padres o abuelos.

Ojo que organizar este menú será todo un reto. Porque el primo Roberto, la prima Sofía y el tío Ciro serán veganos. Su hermana, Luna, ovo-lacto-vegetariana. El otro primo, Joaquín, crudívoro. Y la tía Karina se habrá flexitariana en un retiro de yoga. Eso sumado a que los abuelos serán diabéticos e hipertensos. El tío Ricardo además ya habrá tenido un infarto y dos pancreatitis. La novia de Javier será celíaca y la novia de Lourdes insulino dependiente. Y al menos una tía abuela habrá sufrido un ACV.

 

 

Y los niños ya no serán “gorditos” saludables, sino saludables porque no estarán gorditos. Y comerán verduras de todos los colores. Y frutas de todos los sabores. Y muchísimas menos golosinas. Y galletitas.

Habrá mucha creatividad, mucho amor y un menú mucho más amplio y personalizado. Y los temas de conversación ya no serán sobre política o fútbol, sino sobre cómo le quedaron los últimos tatuajes a la abuela.

 

 

Pero a no desesperarse. No todo va a desaparecer: si algo aparece como característica en los millenials es el gusto por lo vintage, así que seguramente habrá mantecol, pan dulce y budín inglés. O al menos uno de los tres.

 

 

 

Emilio R. Moya

 

 

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

NODO norte

Un suplemento del Diario La Capital

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