El futuro del malbec argentino

El futuro del malbec argentino

Michel Rolland, Alberto Antonini y Paul Hobbs los tres gurús del vino mundial

Michel Rolland, Alberto Antonini y Paul Hobbs, a 20 años de que comenzaron a trabajar en viñedos locales.

Son los tres gurús del vino mundial que hace 20 años apostaron por proyectos en nuestro país. Michel Rolland (Francia), Alberto Antonini (Italia) y Paul Hobbs (Estados Unidos) evalúan de dónde venimos y hacia dónde vamos. Desde las primeras «bodegas boutique», como se las llamaba hace 20 años, pasando por el interés de los productores europeos y estadounidenses, la puesta en marcha de medianos y grandes proyectos vitivinícolas, los nuevos terroirs y flamantes competencias internacionales, los tres grandes del vino analizan y nos guían hacia donde nos conviene ir en el contexto del negocio del vino en el mundo.

Hace 20 años nacía Clos de los 7, el proyecto personal del francés Michel Rolland en Argentina; también, dos décadas atrás se creó Viña Cobos, el proyecto personal del estadounidense Paul Hobbs en Argentina, al mismo tiempo, Alberto Antonini realizaba las primeras vendimias en Alto Las Hormigas y comenzaba su trabajo en Vistalba de Pulenta. Ellos son los flywinemakers, los asesores mundiales del vino, que además de aconsejar clientes en veintenas de países, decidieron apostar al vino con proyectos propios en nuestro país.

Michel Rolland acaba de aterrizar en su casa de Burdeos luego de una vuelta por Argentina, Chile y Croacia. Con un pie en el aeropuerto de Mendoza, Alberto Antonini se sube a un avión con destino a Australia. Luego de un recorrido por el cono sur, Hobbs vuelve a California. Casi desde el aire, los tres gurús del vino internacional cuentan los próximos desafíos que debe tomar la Argentina vitivinícola, 20 años después de haber apostado por los vinos de nuestro país.

Michel Rolland

Michel Rolland, el gurú francés, asesora bodegas argentina desde el norte hasta el sur del país Michel Rolland, el gurú francés que asesora bodegas argentina desde el norte hasta el sur del país.

¿Cómo ves en perspectiva los inicios de Clos de los 7?

Al principio no sabía si había posibilidad de hacer muy buenos vinos. En esa época no había nada plantado en esa parte del Valle de Uco. Además, era un emprendimiento muy grande, con más de 600 hectáreas, y cuando se hace vino a ese nivel, con tantas botellas, también tenés que venderlo. Ese era otro desafío.

Qué hizo que tus amigos franceses quisieran venir a invertir

Porque teníamos confianza entre nosotros y para fines de los noventa podemos decir que yo tenía una buena reputación – ríe-. Así fue que les dije «tengo una idea un poquito loca pero que podría ser interesante». Era hacer algo nuevo respecto de los vinos que se estaban haciendo. «Vamos a hacer un vino en la Argentina que pienso que tiene mucho potencial» y se interesaron.

¿Cuáles fueron los mayores cambios que atravesaste ?

El tema más complicado es la situación económica de Argentina, porque hemos enfrentado y seguimos enfrentando tormentas en el país. Por suerte, el desarrollo del proyecto y el tipo de vinos encontraron en el mercado una recepción fantástica. Como en el exterior Argentina no estaba tan fuerte, comenzamos muy rápido a exportar.

Al principio yo no quería vender en el mercado local porque ya estaba López, Catena, Norton, Trapiche, Salentein, todos con una fuerza mayor a la nuestra y pensaba que no íbamos a poder. Finalmente hoy también estamos en el mercado local superando el 20 porciento de nuestra producción.

 

 

¿Con quién compite hoy la Argentina vitivinícola?

Con nadie en particular y con todos. Hay vino chileno, francés, italiano, español; Argentina está compitiendo con todo. En el mercado de exportación no es aún la marca más fuerte, pero tiene un espacio que está agrandándose un poco todos los años. En este camino puede ser que tenga más fuerza y pueda mejorar. Hasta cuándo, no sé. Siempre hay un límite. Los vinos argentinos son buenos, y yo soy el primero en decir «muy buenos», pero no es una superioridad obvia. No está en un lugar de superioridad fenomenal. Me encantaría, pero no es el caso. Los chilenos hacen muy buenos vinos también, y además son más inteligentes políticamente porque organizaron liberar las tazas en Corea, Japón y China. Nosotros, como estúpidos, llevamos el vino con tazas. Argentina tiene una buena posición, pero no mejor que otros, y eso hay que trabajarlo inteligentemente en la competencia mundial.

¿Qué pasa con las nuevas regiones que surgen?

Hoy, todos están exportando, los países del Mar Negro, como Bulgaria, Rumania, Rusia, Georgia, Armenia, todas esas tierras aprovechan el conocimiento nuevo para plantar y hacer buenos vinos, y usan el marketing para ampliar la imagen y crecer. Hay que entender que no somos los únicos y que hemos perdido un poco de tiempo. No es la culpa total de Argentina, pero veníamos un poco delante de los otros hasta 2008. La crisis mundial económica hizo que Argentina no pudiera desarrollarse como lo había hecho antes y en el mismo momento los otros crecieron e hicieron buen vino. Aumentó el fenómeno de la competencia. Así es la vida, en todos los lugares hay uno que viene atrás tuyo con la idea de pisarte un poquito y pasar adelante. El marketing tomó un espacio más importante que el producto .

¿Cuál debe ser nuestra estrategia entonces?

Argentina debe entender que hace muy buenos vinos, pero no son mucho mejores que los otros, no son superiores ni únicos. Siempre dije que Argentina tenía la suerte de tener malbec, una buena variedad propia. Pero lo cierto es que en el nivel de los buenos vinos todos los países están compitiendo.

Alberto Antonini

 

Alberto Antonini es un enamorado del malbec de Argentina.

«Cuando llegué, en 1995, encontré que Argentina se encontraba bajo la colonización bordelesa. Como en el mundo les habían dicho que el malbec en Burdeos había sido descartado, que no era una variedad noble para hacer grandes vinos, los productores locales se pusieron a plantar cabernet, merlot y petit verdot para hacer vinos clásicos con el corte bordelés. Eso me llevó a una situación difícil, porque yo me había enamorado de los viejos malbec mendocinos. Probé algunas barricas que me fascinaron, pero nadie me mostró en realidad un vino de alta gama elaborado con malbec. A pesar de que hoy todos se dicen pioneros, en 1995 no había ni un vino de alta gama que fuera hecho con puro malbec», dice el italiano Alberto Antonini, que cuando arrancó con su proyecto de Alto Las Hormigas, tenía como objetivo hacer un alta gama puro de malbec.

¿Cómo fue la primera etapa de estos 20 años?

Los primeros 10 años fueron de éxito para el malbec, empezó a despegar, creció mucho en los mercados internacionales, y los productores empezaron a tomar confianza en algo propio y a dejar de copiar. Se hacían vinos comerciales que representaban a la variedad argentina y a un lugar, pero eran vinos bastante concentrados, con madera, pensados y elaborados para lo que quería el mercado.

Para Antonini, había llegado el momento de dejar de hacer vinos para el mercado y ponerse a profundizar en el conocimiento de lo que era Mendoza y sus terruños. Así, salió a buscar un mercado para este nuevo vino y no al revés. Empezó a vender menos malbec y un poco más Argentina. «Hoy pasamos a ser un terruño bastante heterogéneo, complejo, en donde se pueden hacer vinos con la misma variedad y que son todos diferentes entre ellos. Fue una etapa importante para llevar a la industria a un nivel más alto».

Antes se hablaba de puntajes y hoy de los enólogos. Se volvieron las estrellas del vino.

Lamentablemente, cuando se habla de los enólogos significa que la región es muy joven, que no tiene profundidad, que no tiene terruños bien desarrollados. En Borgoña, en Barolo, aunque son muy buenos, nadie habla del enólogo. Son importantes para elaborar bien pero cuando se habla mucho de ellos o de los puntajes te entregan una sensación de falta de confianza sobre el lugar. Es como pedir siempre que alguien respalde lo que estás haciendo.

¿Cómo estamos hoy?

Es una tercera etapa que recién empieza y que vengo empujando con mis viñedos y con los de la familia de Alejandro y Betina Bulgheroni en Otroña, Chubut, que tiene que ver con volver a una agricultura tradicional que cuide el suelo. Hoy lo llaman orgánico, biodinámico, en realidad son palabras. A mí me gusta llamarlo viticultura tradicional, que es la que hacían Pablo, Pedro y Juan con varios dientes rotos y un sombrero también roto y que fueron los responsables de los mejores viñedos del mundo. En Argentina, la uva que todos queremos comprar es la de esos viñedos que no fueron plantados por los agrónomos que estudiaron en Davis, en Montepellier, o en Florencia. Son viñedos hechos por gente que tenía una relación muy cercana con la tierra, con la planta y con el clima; y que tenían experiencia, una gran sabiduría y un gran espíritu de observación. Algo que se ha perdido completamente.

¿Esta manera tradicional ¿es la que estás utilizando en Otroña, en Chubut, el nuevo emprendimiento Bulgheroni?

En Otroña estamos entregados al concepto del lugar. Queremos mostrar este terruño único en el cual se hace vino con ciertas variedades como Pinot Noir y Chardonnay. Estamos haciendo vino y un espumoso, pero también plantamos malbec, torrontés y veremos cómo se desarrolla. Es un lugar con mucha amplitud térmica y mucho frío, creo que es uno de los mejores terruños de Argentina, parece estar en Borgoña.

El consumidor mundial, ¿entiende cuando se habla de nuestros terruños?

Es un trabajo que hay que hacer, como en todas las cosas importantes del mundo no hay que preocuparse mucho del mercado. Si hacés cosas para el mercado, podés hacer mucha plata, pero es difícil que sean cosas interesantes. a mi me gusta mucho la música y pienso: cuál es la música que se queda en la historia: Beethoven, Bach, Jimi Hendrix, John Coltrane, una música hecha por personas que no tenían la menor idea de lo que es el mercado pero que entregaban su talento y su alma. Pero para hacer eso hay que tener confianza y la confianza crece con el conocimiento y la experiencia. La confianza que sale para la arrogancia no sirve.

Cuando contás lo que estás haciendo ves mucha gente que está interesada. Lógicamente siempre se arranca con la gente más culta, con ese nicho. Con los vinos de alta gama que son los que generan la imagen de un país. Por eso Francia, Italia, España son países importantes, porque hacen vinos de alta gama con identidad, porque tienen terruños reconocidos, tienen denominación de origen, Barolo, Chablis, Brunello di Montalcino, Rioja, eso es lo que les da una identidad. Obvio que no son los vinos que más se venden, es un porcentaje mínimo, pero es lo que ayuda a toda la industria a levantarse, ser escuchada y mirada de otra forma.

¿Hacia dónde vamos?

Juntando las tres etapas, creo que Argentina puede entregar al mundo una cosa mucho más interesante. No significa que no pueda ampliar e incorporar variedades, el cabernet franc puede funcionar muy bien, pero no hay que vender las variedades. Los grandes países del vino venden lugares y conceptos.

Paul Hobbs

 

EL americano Paul Hobbs reparte su vida por el mundo del vino y en Argentina lo hace desde Viña Cobos.

«Hace veinte años creamos Cobos con la idea de trabajar con gente local y hacer un vino ícono. Nunca imaginé que iba a tener una compañía tan grande», se sorprende Paul Hobbs, en su visita a la Argentina.»Tenía claro que debía trabajar con gente local para fundar las bases fundamentales en un país que no es el tuyo Así fue como encontré buenos socios. En los primeros años no nos imaginábamos que íbamos a sacar otras líneas como Bramare, Felino o Cocodrilo, sólo pensábamos en hacer el mejor malbec de Lujan y también empezábamos a desarrollarnos en Valle de Uco.

¿Qué cambios ves en la industria?

Cuando comenzamos, Argentina recién se estaba mostrando en el radar internacional y tomé la posición de promoverlo internacionalmente. En ese momento, pudimos apreciar una fascinación por los vinos que llevábamos de Argentina, particularmente por parte del mercado de Estados Unidos y también del inglés. Había mucho apoyo para desarrollar el mercado de vinos.Eso hizo que Argentina se abriera internacionalmente.

El terroir, ¿es un tema que le interese al consumidor?

Hablar de terroir es una evolución natural de un mercado en crecimiento. Internacionalmente no se conoce mucho ni Luján de cuyo ni el Valle de Uco, porque eso toma mucho tiempo. Pero es bueno que la industria local desarrolle las regiones y que trabaje en pos de la calidad, son cosas que deben hacerse, pero en mi opinión es un tema que no les preocupa demasiado a los consumidores. Creo que la clave es tratar de que los consumidores lleguen a Argentina primero para luego contarles sobre las regiones; recién ahí van a poder apreciar las diferencias. Pero en términos de cómo impacta en el mercado, aún estamos muy lejos. Es bueno que se haga aquí, pero hay que mantenerse simple internacionalmente

¿Cómo se ve el vino argentino en la cabeza de un consumidor conocedor?

Desde la perspectiva de Estados Unidos, la imagen de Argentina está siempre asociada a la fluctuación económica. Que de golpe sube y luego baja. En este momento está nuevamente subiendo. Pero el gran problema es la inestabilidad en la calidad, es decir, respecto de la inconsistencia. En los comienzos, los productores hicieron vinos de grans calidad, pero hacia 2010 bajó. Y con ello, bajó la percepción y la imagen argentina. Hacia el fin de la primera década del siglo XXI, Argentina se volvió muy de moda y la gente usó eso para dejar de poner calidad en la botella. No pudimos controlar el valor ni la calidad y sufrió la imagen de Argentina. Ahora lo estamos reconstruyendo. Lo mismo pasó en Australia con la Yellow Tale y a nosotros con el Merlot, que lo destruimos. Lo único que detuvo la caída argentina fue la inflación, porque las tasas se volvieron imposibles para la exportación de productos de bajo costo. Afortunadamente eso paró al malbec barato; si no, hubiéramos muerto. Yo estaba muy nervioso. Estuvimos a punto de matar la categoría Argentina. Es algo de lo que casi no se habló, pero que la historia algún día va a contar.

Hace diez años hablabas de las posibilidades del Cabernet Sauvignon en Argentina. ¿Qué pasó?

Es difícil en este país cambiar, porque todos quieren malbec. La demanda por el malbec está sufriendo, aunque espero sinceramente que se estabilice. Sin embargo, el cabernet sauvignon tiene una imagen opuesta. En tanto hagamos buenos cabernet podremos ser muy competitivos tanto en el mercado como en la producción, porque nuestros costos son mucho más bajos que en Francia o en California. Podemos ofrecer alta calidad de cabernet por un precio muy acomodado. No es muy inteligente no aprovecharse de esa situación. Necesitamos hacerlo.

 

¿Qué te sorprendió más de los vinos argentinos en los últimos años?

Me gusta mucho lo que están haciendo los jóvenes productores, esos que se salen de los cánones y que piensan «fuera de la caja». Que buscan crear nuevas cosas, que toman riesgos y desafíos y buscan crear algo nuevo para Argentina. A veces es sólo marketing, sin sustento, y eso puede ser un poco problemático, pero más allá de todo, están removiendo las cosas hacia un buen camino.

Estados Unidos es uno de nuestro principales mercado de exportación del vino,¿Qué busca hoy el consumidor americano?

Es un consumidor que se preocupa por el lifestyle. Y, sin ofender a la Argentina, la gente está comiendo menos carne, menos cantidad en general, menos hidratos de carbono. Comen más fresco, más light. A la hora de pensar en los vinos es muy simple asociar ese estilo de comida con los vinos blancos. Eso nos lleva a pensar el estilo de los vinos que tenemos que ofrecer. El consumidor no los quiere ni pesados ni empalagosos. Los quiere con concentración pero elegancia, quieren frescura pero poder sentir la textura y buscan una cantidad cuidada de madera. Eso es algo muy bueno para el Pinot Noir y el Chardonnay.

Fuente: Sabrina Cuculiansky / La Nación

Oscar Tarrío

Director Periodístico Chefs 4 Estaciones en Chefs 4 Estaciones / Ex Editorial Diario La Capital

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