EL ALTAR DEL DÍA DE MUERTOS
Buenos días estimados lectores. Hoy es un día muy importante en América, ya que se conmemora el Día de Muertos.
El Día de Muertos es, sin duda alguna, una de las celebraciones más importantes en nuestro continente, y nos distingue ante el resto del mundo, por la manera en que abordamos, el tema de la muerte.
De acuerdo a su origen geográfico, México es sin duda el país que más simboliza, esta fiesta, en América Latina. Incluso, la UNESCO ha declarado la celebración mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ya que es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo.
Pero en todo el continente, se reproduce este ritual, con sus particularidades, pero con el mismo espíritu de celebración.
En la noche, la gente va al cementerio y adorna las tumbas con papel de muchos colores, principalmente usando una flor naranja llamada cempasúchil. Y allí, se levanta un altar, para celebrar la cena.
En una publicación realizada por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México, sé explica con mucha precisión, el significado de la ofrenda de Día de Muertos. Y en ella se basa, queridos lectores, nuestra crónica de hoy.
La ofrenda es un ritual colorido donde el individuo y la comunidad están representados con sus regalos. Es un acto sagrado, pero también profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana.
Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino.
Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos, para dialogar con su recuerdo, y con su vida.
La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria. Una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras.
Los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil, zempoalxóchitl, en su lengua.
La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo. Debe tener varios elementos esenciales. Si faltara uno de ellos, se pierde el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.
LA OFRENDA PARA RECIBIR A LAS ALMAS
Cada uno de los siguiente elementos encierra su propia historia, tradición, y más que nada, misticismo.
EL AGUA
La fuente de la vida, se ofrece a las almas para que mitiguen su sed, después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso.
LA SAL
El elemento de purificación, sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
LAS VELAS Y VELADORAS
Los antiguos mexicanos, utilizaban rajas de ocote. En la actualidad se usa el cirio en sus diferentes formas: velas, veladoras o ceras.
La flama que producen significa la luz, la fe, la esperanza. Es guía, con su llama titilante, para que las almas puedan llegar a sus antiguos lugares, y alumbrar el regreso a su morada.
En varias comunidades indígenas, cada vela representa un difunto, es decir, el número de veladoras que tendrá el altar, dependerá de las almas, que quiera recibir la familia.
Si los cirios o los candeleros son morados, es señal de duelo; y si se ponen cuatro de éstos en cruz, representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el alma pueda orientarse, hasta encontrar su camino y su casa.
EL COPAL E INCIENSO
El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses, ya que el incienso aún no se conocía. Es el elemento que sublima la oración o alabanza. Fragancia de reverencia, se utiliza para limpiar al lugar de los malos espíritus, para que el alma pueda entrar a su casa, sin ningún peligro.
LAS FLORES
Son símbolo de la festividad por sus colores y estelas aromáticas. Adornan y aromatizan el lugar, durante la estancia del alma, la cual al marcharse se irá contenta, el alhelí y la nube no pueden faltar, pues su color significa pureza y ternura, y acompañan a las almas de los niños.
En muchos lugares de México, se acostumbra poner caminos de pétalos, que sirven para guiar al difunto del campo santo a la ofrenda y viceversa. La flor amarilla del cempasúchil, deshojada, es el camino del color y olor, que traza las rutas a las almas.
Los indígenas creían que la cempasúchil, era una planta curativa, pero ahora solo sirve para adornar los altares y las tumbas de los difuntos. Por esta razón se dice que a lo largo del tiempo, la flor fue perdiendo sus poderes curativos. Flor de cempasúchil, significa en náhuatl, veinte flor, y es la efeméride de la muerte.
EL PETATE
Entre los múltiples usos del petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja.
En este día, funciona para que las almas descansen, así como de mantel para colocar los alimentos de la ofrenda.
EL IZCUINTLE
Lo que no debe faltar en los altares para niños es el perrito izcuintle en juguete, para que las almas de los pequeños se sientan contentas al llegar al banquete.
El perrito izcuintle, es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán.
EL PAN
El ofrecimiento fraternal es el pan. La iglesia lo presenta como el Cuerpo de Cristo. Elaborado de diferentes formas, el pan es uno de los elementos más preciados en el altar.
El gollete y las cañas, se relacionan con el tzompantli. Los golletes son panes en forma de rueda, y se colocan en las ofrendas, sostenidos por trozos de caña. Los panes simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.
OTROS OBJETOS, PARA REMEMORAR A LOS ANCESTROS
El retrato del recordado sugiere el alma, que nos visitará, pero este debe quedar escondido, de manera que solo pueda verse con un espejo, para dar a entender que al ser querido se le puede ver, pero ya no existe.
La imagen de las Almas del Purgatorio, para obtener la libertad del alma del difunto, por si acaso se encontrara en ese lugar, para ayudarlo a salir. También puede servir una cruz pequeña, hecha con ceniza.
Pueden colocarse otras imágenes de santos, para que sirva como medio de interrelación, entre muertos y vivos, ya que en el altar, son sinónimo de las buenas relaciones sociales.
Además, simbolizan la paz en el hogar y la firme aceptación de compartir los alimentos, como las manzanas, que representa la sangre, y la amabilidad, a través de la calabaza en dulce de tacha.
LA COMIDA DEL ALTAR
El mole con pollo, gallina o guajolote, es el plato favorito que ponen, en el altar, muchos indígenas de todo el país, aunque también le agregan barbacoa con todo y consomé. Estos platillos son la estela de aromas, el banquete de la cocina, en honor de los seres recordados.
La buena comida tiene por objeto, deleitar al alma que nos visita. Se puede incluir el chocolate de agua.
La tradición prehispánica dice que los invitados, tomaban chocolate preparado con el agua que usaba el difunto, para bañarse. De manera que los visitantes, se impregnaban de la esencia del difunto.
Las calaveras de azúcar medianas, son alusión a la muerte siempre presente. Las calaveras chicas son dedicadas a la Santísima Trinidad, y la grande al Padre Eterno.
También se puede colocar un aguamanil, jabón y toalla por si el alma necesita lavarse las manos, después del largo viaje.
El licor, es para que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida, y se decida a visitarnos.
Si el difunto era más cervecero, que tequilero, se le ofrenda cerveza.
Una cruz grande de ceniza, sirve para que al llegar el ánima hasta el altar, pueda expiar sus culpas pendientes.
El delicioso mucbipollo de las comidas yucatecas de Día de Muertos
El altar puede ser adornado con papel picado, con telas de seda y satín, donde descansan también figuras de barro, incensario, o ropa limpia para recibir a las almas.
La ofrenda, en sí, es un tipo de escenografía donde participan nuestros muertos que llegan a beber, comer, descansar y convivir con sus deudos.
EL ALTAR DE LOS ANGELITOS
En la mayoría de los hogares campesinos, de extracción mestiza o indígena, y aún entre algunas familias urbanas, el 31 de octubre se elabora la ofrenda dedicada a los niños o “angelitos”.
Sus almas llegan el día primero de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor, de los alimentos que sus padres les prepararon.
En el altar de los “angelitos” la comida no debe condimentarse con chile, porque les haría daño.
Es imprescindible que las flores y los candelabros sean blancos, pues este color simboliza la pureza de estos inocentes difuntos.
A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique, pasta elaborada con azúcar, con este material se fabrican figuras de animalitos, canastitas con flores, zapatos, almas y ataúdes.
En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintado con colores alegres; así cuando lleguen las almas de los difuntos “chiquitos” podrán jugar tal como lo hacían en vida.
Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las tortillas, la fruta y el dulce de calabaza.
LA CATRINA MEXICANA
La Catrina se ha convertido, en un verdadero símbolo del tradicional festejo de Día de Muertos, en todo México. Esta figura femenina fue creada por el caricaturista, dibujante y grabador mexicano José Guadalupe Posada, y en un inicio se llamaba, La Calavera Garbancera, como una ácida crítica a los indígenas comerciantes de garbanzo, que renegaban de sus raíces, y pretendían llevar una falsa vida de ricos europeos.
CÓMO TRANSFORMARSE EN LA CATRINA
Emilio R. Moya
Fuentes: citadas y enlazadas en la nota